11. AL AMOR
Para Adela
Ven contra la soledad ven contra el mal pensamiento ven a favor de los vientos que nos traerán la verdad. Ven amor contra la espera ven compañera al amor, al amor, al amor. LABORDETA
El 14 de junio será para Adela y Mario el día que se conocieron y tal vez se convierta en su aniversario.
Será para ellos el mes de junio más bonito del mundo y cuando les empezaron a llamar los tortolitos.
En la etapa de enamoramiento la bioquímica del amor y las hormonas suben tanto que nos volvemos codependendientes, en un estado como de enajenación.
Dos seres curiosos, libres e independientes se encuentran en el museo moderno de la ciudad, rozan la misma edad, ambos van solos y van recorriendo los pasillos y las obras al mismo ritmo.
No sabemos si fue Adela o Mario quien rompió el hielo, el caso es que empezaron a opinar sobre los cuadros y pinturas, cuales les gustaban y los que no eran de su estilo o no entendían.
Al salir del museo Adela propone que después de tanta cultura ahora tocaba tomar algo y que si él conocía algún sitio cerca.
Tras pedir algo, no les da tiempo casi a empezar a charlar, cuando Juani desde otra mesa se pone a hablar con ellos y acaba moviéndose a su lado.
No sabemos si eran las cañas o la personalidad de Juani, que sin beberlo ni comerlo, la conversación se vuelve muy íntima, Juani a los 65 años estaba descubriendo la masturbación femenina.
Ella contaba que gracias a unas jóvenes tenderas de su barrio, le había explicado que no era ningún pecado disfrutarse y darse placer, e incluso le habían explicado cómo.
Mario estaba maravillado de cómo Adela era capaz de conectar y empatizar con la gente e intuía que estaba liberada sexualmente con las recomendaciones que le hacía a Juani.
Juani estaba convencida que necesitaba un "satisfayer" y Adela le animaba a comprarse, aunque había muchos tipos de juguetes sexuales.
Al viejo dueño del bar no le gustó la actitud de Juani o tal vez fue el tema de conversación, Juani le saludó, le pidió la cuenta y se marchó. No volvía a casa, iba a continuar de ronda por la ciudad vieja.
Adela y Mario estaban maravillados por este singular personaje, que les había hecho romper el hielo y conocerse un poco más.
El intentó hacer memoria para elegir el siguiente lugar y sorprender a Adela con un local con autenticidad.
El llevaba más de veinte años sin patear la ciudad, la mayoría de los lugares habrán cambiado e incluso ahora serán franquicias para turistas.
Su memoria funcionó y logró llegar a una vinoteca que se mantenía igual que la recordaba.
Mario se sentía como cuando tenía 28 años y se preguntaba por qué se había alejado de la bohemia de la ciudad vieja que tanto le gustaba.
Adela, que conocía la ciudad como la palma de su mano, se sorprendió de los nuevos sitios que estaba descubriendo con él, aunque sobre todo de que le estimulara el cerebro y fuera charlatán y curioso como ella.
Cuando por fin les sirven las croquetas que tanto le pirran a ella, se cruza un joven que no llegaba a alcanzar los veinte años, se tambalea de la borrachera y se desmaya en la acera de enfrente.
Adela que es muy empática y bondadosa:
- Hay que ayudar a ese chico. Imaginate que fuera tu hijo. Le dice ella.
- ¿Quieres qué le ayudemos?. Responde él.
Mario se levanta y va en auxilio de Juan, así se llamaba el pobre joven borracho. Este le incorpora, pero luego tiene que poner de lado por si vomitara, no se lo tragara el mismo.
Esa actitud de ayuda seduce a Adela por completo, descubriendo que Mario también puede ser buena persona por muy independiente y urbanita que aparente ser.
Rescatar a Juan se convierte en una odisea; cafés, agua, vómitos, los paseando opinando de lo que había que hacer. Los del bar de al lado:
- Hay que meterle unos hielos en los huevos para que se espabile, es la única forma. Decía el pinche.
Por último la policía, su desinterés de auxilio, que ellos no están para atender a borrachos, que en la parte vieja se pasarían toda la noche rescatando beodos.
Adela sagaz, rápida e inteligente descubre el pin del móvil de Juan, en los pocos momentos de lucidez, él trata de marcar teléfonos y de volver a desvanecer.
Gracias a ello, Adela consigue hablar con la madre de Juan para que le venga a rescatar.
Al final parece que el encuentro va a salir mal, se quedan sin cenar, sin croquetas, sin bebida, sin charla. Sucede justo al contrario, los sucesos en común, han compartido estas anécdotas curiosa, que les han hecho verse en acción y así conocerse mejor, conectando más entre ambos.
Los dos pasean por la calle sin pensar dónde ir, no sabemos quién fue, pero se cogieron de la mano, Mario desinhibido la coge la cintura y siguen el paseo.
- Tengo vino en casa, si quieres continuamos ahí. Le sugiere Mario picantón.
- Predecible. Responde ella.
- Como todos los hombres solo queréis llevarnos a la cama a las mujeres.
El se calla y lo toma como un no, lo que más teme es acabar en una discoteca hasta las seis de la mañana.
Entonces Adela juega sus cartas como buena fémina y le da la vuelta a la tortilla y acepta la invitación de ese vino en su casa.
De los vinos pasaron a la pasión y desenfreno, en una noche de dormir más bien poco o nada.
Cómo fue, qué pasó, aunque ambos ya eran maduros, pasaron a verse casi todos los días, no había tiempo para jugar nos vemos la semana que viene y tomárselo con calma. Adela se iba en tres semanas a vivir a Países Bajos y tenían que vivir el aquí y el ahora.
No se podían permitir ir despacio, los planes surgían todos los días, Adela era una máquina creativa de ideas y cosas que hacer.
La pasión era como una cascada en deshielo en plena primavera, un no parar de descubrirse, conocerse y conectar, tenían los días contados.
Adela le fue presentando a sus amigas y amigos en diferentes reuniones y fiestas. Él era acogido como uno más, siendo amables y hasta se libró de los interrogatorios de Machis.
Adela era muy querida por todos, era la amiga vitamina dispuesta a escuchar y dar su energía.
Adela estaba en una etapa de la vida en la que ya tenía resueltas muchas cosas y tenía claro lo que quería. Había superado su separación hacía cuatro años. Y había crecido hasta dónde se encontraba ahora.
Mario al contrario estaba en pleno divorcio, aunque llevaba ya un año de duelo, digiriendo, procesando y creciendo personalmente, en ese instante pensaba que estaba encontrando la paz por fin después de tanto dolor. No podía imaginarse lo que se le venía encima el siguiente mes. En ese preciso instante vivía el presente y el haber encontrado alguien interesante, enérgico, con un lenguaje de amor muy parecido al suyo, liberada sexualmente, tierna y cariñosa le parecía un sueño hecho realidad.
Cada día había un plan, una excusa para verse, la visita a una exposición, tomarse un helado o la escapada a algún lugar de los alrededores.
De todos los planes, el más increíble y con más ilusión fue el concierto en el garito:
- No me voy a olvidar nunca de esta noche. Gritaba Adela a Mario ante el ruido de la sala.
Esa noche fue un torrente de energía que demuestra que la edad es un estado mental.
Y así empezó la historia de Adela y Mario, dos seres conectados, tiernos y cariñosos el uno con el otro. Los tortolitos.