19. BAILANDO BAJO LA TORMENTA

"No esperar a que pase la tormenta, aprender a bailar bajo la lluvia"

Mario por fin estaba obteniendo paz y tranquilidad, tras la separación, ya no había prisas, exigencias ni culpas. Aunque solo podemos controlar nuestras acciones no la de los demás.

Empeñado en que le dejaran en paz a su ritmo, pensaba que su tranquilidad pasaba por que los demás le dejaran vivir a su forma, su ex, la familia de su ex y su propia familia le dejarían en paz.

Muy lejos de la realidad, ella continuó intentando controlarle aunque ya no vivieran juntos, coaccionarle por el precio de la casa que tenían en común. La familia de ella también empezó a buscarle con temas delicados de su hermana recientemente fallecida, sabían dónde hacerle daño. Incluso su propia familia no paraba de darle consejos, indicaciones, vivían el divorcio como si fuera el suyo, en lugar de verlo con objetividad en la distancia. No se quien les había dado vela en este entierro, todos estaban alterados, posicionándose y diciendo lo que tenía que hacer. Actitud que molestaba enormemente a Mario que sabía muy bien valerse por sí solo y sacarse sus propias castañas del fuego.

Empezó la guerra con la ruptura de la mediación amistosa del divorcio, cuando ella espetó su ultimátum:

- O aceptas este precio por la casa o no firmó el convenio de la mediación.

Y luego llegaron los cambios de cerraduras, las cartas llenas de falsedades y mentiras, la policía, el impedir ver a sus hijos, la detención por supuesta violencia de género, los calabozos, el juzgado y la orden de alejamiento y no comunicación con los hijos.

Aunque pensemos que no nos pueden pasar cosas peores, la vida nos demostrará justo lo contrario.

En la oscuridad tras los sucesos que se iban dando uno tras otro, poco a poco, empezó a aceptar la realidad, la pérdida, el nido vacío. Que iba a vivir en conflictos y líos de abogados los próximos dos o tres años, que no estaría con sus hijos en año y medio, que tenía que seguir viviendo el día a día, aunque tuviera muchos problemas y preocupaciones.

Parecía que el viaje de crecimiento personal no había servido de nada, al final había entrado en los triángulos, el orgullo, la ira, la rabia, la tristeza, la desesperación, la impotencia, el miedo y la culpa.

Aunque al lado de un ser tierno y cariñoso se pueden superar los traumas. Pese a su terquedad, que él lo llamaba perseverancia, convirtiéndolo en una virtud en lugar de en un defecto, los días fueron pasando. Su nuevo amor le apoyaba y le explicaba por lo que estaba pasando, pero el que tiene que darse cuenta y autoconvencerse es uno mismo.

Por ello la mayoría de las veces la mejor ayuda que podemos dar es la compañía y la escucha, dejando que la persona con malestar se desahogue. Solo si pide un consejo, es cuando deberíamos darle nuestra opinión.

Todos caemos en dar soluciones, haciendo más o menos de mamás o papás, pero por mucho que le digas a alguien lo que tiene que hacer, hasta que esa persona no lo interiorice y decida por sí misma, no la hará, la respuesta no va a ser inmediata.

Santi le había prestado un libro a Mario hacía tres años sobre la comunicación solidaria, él solo lo había empezado, pasaron años hasta que otra persona se lo recomendó y entonces por fin se lo leyó, eran muchas a las que admiraba y apreciaba y tal vez había que hacerlas caso.

Fué un descubrimiento, intentó ponerlo en práctica, logró terminar con algunos diálogos malditos, como la polca de la protesta de toda la vida, él quien tiene la culpa en el que estaban enfrascados, pero la comunicación es cosa de al menos dos y se quedaron Alicia y Mario en el detente y huye.

Santi que era un amor, abraza árboles, se convirtió en un amigo vitamina, quedaban de vez en cuando y éste le escuchaba con paciencia las movidas que estaba teniendo con su mujer.

Hasta ella le tenía aprecio, aunque solo le había visto una vez:

- Haz el divorcio como Santi, no lo hagas como Edu. Le aconsejaba ella.

Edu al contrario que Santi era más acelerado, rápido, ácido, directo. Le pegaba haber sido un neoyorquino en los años 70. Estar con Santi y Edu en la misma mesa era estar entre el yin y el yang. Dos maneras tan diferentes de ver las cosas y hablar, pero se complementaban.

Edu era ácido como un riff de Keith Richards, esos riff "the stand me up" o "Brown Sugar".

Santi era quien quiere realizar acciones para contribuir a la vida, mejorar el mundo, el árbol de la vida, el árbol del conocimiento del bien el mal, del qué comieron Adán y Eva. Alcanzar la plena conciencia.

Su nuevo amor, Adela, le explicaba a Mario, que tenía que pasar por el duelo, que iba a subir, bajar, avanzar y retroceder, para volver a avanzar, subir y bajar para seguir avanzando y así durante un tiempo.

Mario lo entendía, pero seguía empeñado en obtener paz y tranquilidad, siendo los demás los que le dejaran en paz, cosa que no iba a suceder, tenía que ser él, quien mediante sus acciones consiguiera focalizar en lo bueno y lo que le gustaba.

Un primer paso era dejar el victimismo y el tremendismo. El siguiente la aceptación, ser consciente que los demás se iban a entrometer, opinar y posicionar en el proceso del divorcio, como nos gusta marujear, como nos gusta ver la paja en el ojo ajeno.

Luego la realidad de que no iba a ver a sus hijos incluso en años con lo lenta que va la justicia. La custodia compartida quedaba anulada por la supuesta violencia de género.

Otro paso de los más importantes era salir del bucle, no quedarse atrapado en un solo pensamiento.

El crecimiento personal no es algo que obtienes y un día se queda para siempre, convirtiéndote en un adulto compasivo y cariñoso, al contrario es un trabajo contínuo.

Ir a por lo que quería, aunque a los demás no les gustara, o lo consideraran egoísmo, él sabía que preocuparse por uno mismo y atender tus propios asuntos era autocuidado para estar bien y luego poder dar a los demás.

Emprender acciones y elecciones por el deseo de contribuir al bienestar, más que manejarse por la culpa, el miedo, la vergüenza, el castigo, ...

Disfrutar de estar a solas, que estar solo fuera una elección, donde poder conectar consigo mismo.

Focalizar en lo que te gusta y te sienta bien. Hacer más de lo que te gusta y menos de lo que te disgusta.

Por desgracia parece que en el amor y la guerra vale todo.

¿El fin justifica los medios?

El fin no puede justificar los medios, por la simple y obvia razón de que los medios empleados determinan la naturaleza de los fines producidos.

No solo podemos mirar el objetivo a conseguir; el modo, el camino determinará lo obtenido.

En el contexto del amor y la guerra, esta pregunta se vuelve especialmente relevante. A menudo, las personas se ven impulsadas a tomar decisiones difíciles y a justificar acciones que, de otro modo, podrían considerarse inmorales o perjudiciales.