16. EL NIDO VACÍO
"Todos estamos de paso"
- ¿Tendríamos que ser criadores el resto de nuestra vida?
- ¿Qué pasa con nuestros sueños y aspiraciones?
- ¿Por qué no podemos tenerlo todo?
- ¿Por qué no podemos ser felices y tener una familia?
- ¿Por qué no podemos ser felices y tener una carrera profesional?
- ¿Por qué no podemos ser felices y tener una vida social?
- ¿Por qué no podemos ser felices y tener una vida espiritual?
- ¿Por qué no podemos ser felices y tener una vida emocional?
- ¿Por qué no podemos ser felices y tener una vida sexual?
Síndrome del nido vacío (perspectiva psicológica)
El síndrome del nido vacío es un término utilizado para describir los sentimientos de tristeza, vacío o pérdida que experimentan algunos padres cuando sus hijos se van de casa, normalmente al alcanzar la edad adulta. Aunque no es una condición clínica reconocida oficialmente, es una experiencia emocional común, sobre todo en madres o padres cuya identidad estaba muy ligada al rol de cuidado.
Síntomas frecuentes:
- Sensación de inutilidad o pérdida de propósito.
- Sentimientos de tristeza o depresión.
- Ansiedad sobre el bienestar del hijo/a.
- Ansiedad o preocupación excesiva por los hijos.
- Problemas de adaptación a la nueva situación.
- Problemas para redefinir la relación de pareja.
- Conflictos en la relación de pareja.
- Desequilibrio emocional si no se ha preparado la transición.
- Redefinición de la identidad personal.
Formas de afrontarlo:
- Reconocer y aceptar los sentimientos de tristeza o pérdida.
- Buscar nuevas actividades o pasatiempos que te interesen.
- Redescubrir intereses y pasiones personales.
- Fomentar el contacto con los hijos sin invadir su independencia.
- Buscar apoyo social o terapia si los síntomas persisten.
- Reforzar o rediseñar la relación de pareja.
- Establecer nuevas rutinas y hábitos saludables.
- Fomentar la comunicación abierta con los hijos.
- Buscar nuevas formas de conexión emocional con los hijos.
- Explorar nuevas oportunidades de crecimiento personal.
- Reevaluar las expectativas y metas personales.
- Fomentar la independencia y autonomía de los hijos.
- Buscar nuevas formas de conexión emocional con los hijos.
- Explorar nuevas oportunidades de crecimiento personal.
- Reevaluar las expectativas y metas personales.
- Fomentar la independencia y autonomía de los hijos.
El nido vacío
El silencio llegó sin avisar. No fue abrupto ni violento, sino como esas brisas lentas de otoño que se cuelan por las rendijas sin que uno se dé cuenta. Una mañana, la casa amaneció más grande, más quieta. El pasillo ya no tenía mochilas tiradas, ni voces adolescentes reclamando el baño. Solo el tic-tac del reloj y el crujido leve de la madera recordaban que el tiempo seguía avanzando.
Ella caminó hasta la habitación que antes fue de su hijo. La cama estaba hecha, la estantería ordenada, y sobre el escritorio quedaban algunas libretas que no quiso llevarse. Olían a tinta y a recuerdos. Pasó los dedos por las cubiertas, como si al tocarlas pudiera traer de vuelta las risas, las discusiones, los días de fiebre, las noches de cuentos.
Se sentó en el borde de la cama y miró por la ventana. El árbol del jardín seguía ahí, terco, igual que cuando lo plantaron juntos. En ese momento entendió que no era solo su hijo quien había crecido. También ella tenía que aprender a habitar su nueva piel.
No era tristeza lo que sentía, o no solo eso. Era algo más hondo: la certeza de que había cumplido una misión. El nido estaba vacío, sí. Pero también estaba limpio, listo. Había sido refugio, escuela, guarida... y ahora era memoria.
Se levantó y fue a la cocina. Preparó un café, como siempre. Miró por la ventana y vio a los pájaros volar. Algunos se quedaban, otros se iban. Y en ese vaivén comprendió que el ciclo de la vida no era un final, sino un comienzo. Un nuevo capítulo.
Muy poético para vivirlo poco a poco, despacio y con aceptación. El proceso sería para vivirlo así, como un tarde preparando el café, que te han venido los recuerdos, y sabes que esa etapa ya ha finalizado.
Si tu misión como progenitor era enseñar a pescar en lugar de dar peces, entonces has cumplido con éxito.
Si tu vida ha sido vivir la vida de tus hijos, entonces has fracasado.
Biológicamente somos mamíferos, y como tales, tenemos un instinto de protección hacia nuestros hijos.
Este instinto puede manifestarse de diversas formas, como la preocupación por su bienestar, la necesidad de mantenerlos a salvo y la disposición a sacrificarse por ellos.
Sin embargo, es importante encontrar un equilibrio entre proteger a nuestros hijos y permitirles desarrollar su independencia.
El nido vacío puede ser una oportunidad para reflexionar sobre este equilibrio y redefinir nuestra relación con nuestros hijos a medida que crecen y se convierten en adultos.
Es un momento para dejar ir lo que ya no sirve y dar la bienvenida a lo nuevo.
Es un proceso que requiere tiempo, paciencia y amor.
Es un viaje hacia la libertad, tanto para los padres como para los hijos.
Mario llevaba 14 años siendo proveedor de familia, criador y cuidador de sus hijos, en las pocas horas que le quedaban libres entre el horario laboral, transporte, al llegar a casa dedicaba el tiempo a sus hijos, a su mujer y a la casa.
No se cómo harán los demás, para dejar a sus hijos en el colegio a las 9:30 y recogerlos a las 16:30, serán funcionarios, no puede ser, ellos entran a las 8, serán autónomos, no puede ser, ellos tienen que trabajar 12 horas al día, serán ricos, no puede ser.
Las mañanas de los sábados, se levantaba pronto, ese era su momento para el mismo, el truco era levantarse antes que los demás, y así tener un rato para uno mismo, para leer, para escribir, para pensar, para meditar, para hacer deporte, para lo que uno quiera.
Desvivirnos por nuestros hijos, es un error, no podemos vivir la vida de nuestros hijos, tenemos que vivir la nuestra, y dejar que ellos vivan la suya.
Eso es caer en la sobreprotección, en proyectar nuestra vida a través de la vida de nuestros hijos, y eso no es bueno.
Un documental sobre los menonitas en Mexico, que viven como en el siglo XIV, y que no permiten que sus hijos tengan contacto con el mundo exterior, y que no les dejan salir de su comunidad, y que no les dejan ir a la escuela, y que no les dejan tener amigos fuera de su comunidad, y que no les dejan tener pareja fuera de su comunidad, y que no les dejan tener hijos fuera de su comunidad.
Y que cuando cumplen 18 años, les dicen que tienen que elegir entre quedarse en la comunidad o salir de ella, y que si eligen salir, no pueden volver nunca más.
Viendo el lado positivo, dentro de esta negación del progreso y de la evolución, es que aunque los hijos no vayan al colegio, van siguiendo a los padres en su día a día en el trabajo diario, simplemente mirando, observando, y aprendiendo de ellos.
Ven como ordeñan las vacas, como cuidan de los animales, como siembran la tierra, como cosechan, como hacen la comida, como cuidan de los niños, ... y eso es lo que aprenden.
Aunque sea un extremo, los hijos aprenden de los padres, y los padres son los que tienen que enseñarles a vivir en el mundo real.
Otro extremo son los progenitores que se preocupan en exceso de sus hijos y piensan que la crianza es darles todo resuelto a los hijos para que no sufran, para que no se frustren, para que no se equivoquen, para que no tengan problemas, para que no tengan conflictos, para que no tengan dificultades, para que no tengan obstáculos, para que no tengan retos, para que no tengan desafíos, para que no tengan adversidades, para que no tengan sufrimiento, para que no tengan dolor.
Otro extremo son los progenitores que piensan que los chavales a esa edad tienen que estar jugando a la consola, como decía un policía municipal, cuando me impedían recoger a mis hijos, será gañan.
Otros progenitores se dedican a vivir la vida de sus hijos, y no la suya propia, y eso no es bueno, porque los hijos tienen que vivir su vida, y los padres la suya.
Yo quería ser tenista, y no pude, y ahora quiero que mis hijos sean tenistas. Yo quería ser gimnasta, y no pude, y ahora quiero que mis hijos sean gimnastas. Yo quería ser músico, y no pude, y ahora quiero que mis hijos sean músicos. Yo quería ser artista, y no pude, y ahora quiero que mis hijos sean artistas.
Somos los profesores de vida de nuestros hijos, y tenemos que enseñarles a vivir la vida, en el colegio le enseñarán matemáticas, lengua, historia, geografía, ciencias, inglés, ... Y quién les enseñarán a vivir la vida, porque eso no se enseña en el colegio. Y quien les enseñará sobre las emociones, psicología, filosofía, espiritualidad, religión, ética, ...
Somos los profesores de vida de nuestros hijos, y sobre todo aprenderán con nuestro modelo de vida, aunque no seamos perfectos, cuando nuestros errores y aciertos, con nuestra forma de vivir, con nuestra forma de pensar, con nuestra forma de sentir, con nuestra forma de actuar.
No hace falta ser consecuente, entre lo que decimos y lo que hacemos. La intención es lo que cuenta, si logramos ser consecuentes mejor, aunque no es necesario, porque los hijos aprenden de lo que ven, de lo que sienten, de lo que escuchan, de lo que viven. Ellos cogerán lo que les interesa, lo que les gusta, lo que les llama la atención, lo que les atrae, lo que les emociona, lo que les apasiona, lo que les motiva, lo que les inspira. Y eso es lo que les quedará, y eso es lo que les servirá para vivir la vida.
Mario vivió el nido vacío de cuajo y sufrío mucho, estaba en pleno proceso de apego con su hija Sara, su relación, vinculo y apego cada vez era más fuerte. El sabía que pronto su hija empezaría la preadolescencia y que su relación cambiaría, pero no sabía que iba a ser tan brusco y tan rápido. En un abrir y cerrar de ojos, una jueza, sin motivo ni prueba, le aplicó una orden de alejamiento y no comunicación con su hija. En ese momento, Mario se sintió como que habían dejado a sus hijos huerfanos, como si le hubieran dado por muerto, como si si se hubiera marchado a la guerra o emigrado al extranjero, cuando tan solo estaba a 100 metros.
Ahora se preguntaba cómo los hijos de lo adoptados buscaban saber quienes eran sus padres, como los hijos que se habían quedado huerfanos sufrían por no tener a uno de sus padres, por el contrario, los hijos de los divorciados no querían saber nada de sus padres, y preferían vivir con su madre, no habñia quien lo entendiera, pero era así.
Preferían vivir como huerfanos.
Ahí viene la explicación, prefieren vivir como huerfanos, porque les han contado que su padre es un monstruo, un ogro, un malo, un maltratador, un violador, un asesino, un ladrón, un delincuente, un sinvergüenza, un sin corazón, un sin alma, un sin sentimientos, un sin emociones, un sin amor, un sin cariño, un sin ternura, un sin dulzura, un sin compasión, un sin piedad, un sin perdón, un sin respeto, un sin consideración, un sin empatía, un sin comprensión, un sin tolerancia, un sin paciencia, un sin generosidad, un sin bondad, un sin humildad, un sin gratitud, un sin alegría, un sin felicidad, un sin paz, un sin armonía, un sin amor.